Este artículo es un extracto de un libro sacado del Ateneo Libertario Virtual del sitio www.alasbarricadas.org . No figura ni el autor ni la fecha en que fue escrito.
Las Comisiones obreras españolas, tal y como han funcionado entre 1962 y 1968, han tenido tres precedentes históricos: el primero son los Soviets rusos antes de que los bolcheviques tomasen su dirección e hiciesen de ellos un instrumento dócil de su política [19]. El segundo son los Consejos obreros alemanes, aparecidos al calor de la revolución de 1919 y sobre los que Pannekoek, en compañía de Gorter, va a teorizar [20]. El tercer precedente lo constituyen los Consejos obreros aparecidos en Hungría, especialmente en Budapest, durante la insurrección de 1956. Su corta duración --entre el 23 de octubre y el 4 de noviembre de 1956- y las diferencias de régimen dificultan la comparación con nuestras CCOO.
Anton Pannekoek (1873-1960) ha sido una de las raras personas, con Marx, que a lo largo de toda su vida y en todas sus obras, ha enfocado el problema de la transformación social desde el ángulo de la dinámica de la lucha de clases, viendo ésta como una lucha autónoma apta para establecer las bases de un mundo nuevo. Analizar la concepción que de los Consejos obreros tenía el MIL equivale forzosamente a analizar la obra de Anton Pannekoek puesto que fue en él en quien se inspira el MIL. En realidad, la omisión del MIL, al no conocer a Gorter, no ha sido tan grave puesto que sobre los principios fundamentales, ambos están de acuerdo. Quien quiera conocer a fondo los Consejos obreros no podrá prescindir, sin embargo, de la obra de ese gran filósofo que fue Gorter.
El último libro de Pannekoek, Los Consejos obreros, escrito entre 1942 y 1947, es el resultado, y en cierta forma la totalidad, de una obra rigurosa. Pannekoek ha entresacado, a partir de la experiencia alemana de 1919, principios estimulantes y comprensibles para todos. Sería inútil recordar que Pannekoek fue, además de un célebre astrónomo, uno de los miembros más sobresalientes de la izquierda socialdemócrata alemana y, más tarde, de la ultraizquierda holandesa.
Las conclusiones a que llega Pannekoek son el fruto de su participación en las luchas de fin del siglo XIX y casi la mitad del XX. Sus reflexiones sobre los momentos álgidos de la historia del movimiento obrero -soviets rusos, consejos alemanes, luchas diarias y evolución del capitalismo moderno- son de una riqueza y de una experiencia esenciales para las luchas de hoy.
Su reflexión sobre los principios de la organización social, su evaluación crítica de la lucha de clases desde el nacimiento del capitalismo, su crítica continua de los movimientos que se vinculan con el socialismo, así como un estudio magistral de la burguesía y de las clases dominantes del mundo entero, quedan expuestos en Los Consejos obreros.
El concepto «Consejos obreros» no designa una forma de organización fija, elaborada de una vez para siempre y de la cual no quedaría sino perfeccionar los detalles. Se trata más bien de un principio, el principio de la autogestión obrera de las fábricas y de la producción. La realización de este principio no pasa en manera alguna por una discusión teórica concerniente a las mejores modalidades de ejecución. Se trata de una cuestión de lucha práctica contra el aparato de dominación capitalista: Consejos obreros quiere decir lucha de clases, acción revolucionaria contra el poder del Estado. Así pues, la idea de Consejos obreros no tiene nada que ver con un programa de realizaciones a poner en práctica mañana o el año que viene: se trata únicamente de un «hilo conductor para la dura y larga batalla de emancipación que la clase obrera tiene delante de ella» [21].
No sólo es contra la sociedad capitalista y su organización contra lo que Anton Pannekoek nos pone en guardia. Ataca igualmente a los partidos, considerados como propagandistas de la ideología burguesa y que no pueden contribuir, aunque lo quieran, a la emancipación de la clase obrera: hasta ahora la práctica de todos los partidos ha consistido en tomar el poder y ejercerlo en su único provecho. Esta aceptación tácita de desempeñar un papel de tutor de la clase obrera en el seno del gobierno -aspiración actual de muchos partidos comunistas- hizo decir a Pannekoek: «...en la transformación que debe conducir a la instauración de una sociedad sin clases, se trata, por supuesto, de esta organización del cuerpo social que nace de la lucha de los mismos productores, de la autoorganización y no de la puesta en marcha de una organización resultante de un programa, copiando una estructura hecha a priori, viniendo del exterior, inspirada por las Organizaciones, como por ejemplo los partidos políticos».[22]
Lo que conviene edificar, según Pannekoek, es una fuerza nueva que opondrá la autogestión real a la gestión del hombre por el hombre. De esta manera, la clase obrera no podrá afirmarse y vencer en tanto que no tome en sus manos ella misma su destino, y no lo conseguirá por arte de magia; para llegar a ello, la clase obrera está obligada a renunciar a las ideas caducas, a las viejas quimeras. Hecho esto, el proletariado se hallará entonces ante tareas más arduas: aplastar completamente al enemigo, organizar la producción, crear un orden nuevo.
En esta sociedad sin clases imaginada por Pannekoek, se impone una organización de la producción a escala global. Para ello es necesario recurrir a cuerpos o estamentos de delegados: son los mismos que la historia ha asociado al nombre de Consejos obreros y cuya tarea fundamental es la de resolver «el problema de la coordinación social global». Esta vocación social de los Consejos obreros es diferente, con mucho, de la de gerente de la fábrica por el Consejo de empresa. En efecto, además del papel económico que desempeñan en la organización de la producción, los Consejos obreros asumen igualmente un papel político en la coordinación social.
A este propósito, decía Pannekoek que «...ellas [las masas en acción] organizan su poder en las fábricas y talleres preparándose para nuevas luchas con vistas esta vez a quebrantar definitivamente la dominación del capital. Ellas [el término alemán utilizado es «masas»] forman, por medio de los Consejos obreros, una comunidad dotada de una cohesión cada vez más grande, capaz de asegurar la gestión de la sociedad en su conjunto. El único medio de vencer al capital consiste, todavía y siempre, en la acción conjunta de las masas; ocupando las fábricas y construyendo su organización de Consejos. »
Los Consejos obreros son los órganos de acción práctica y de combate de la clase obrera y al mismo tiempo la forma de autogobierno que, en el futuro, sucederá a las diversas formas de gobierno del antiguo mundo. Los Consejos obreros son la forma de organización propia del periodo de transición durante el cual la clase obrera lucha por el poder, aniquilando el sistema capitalista y organizando la producción social. La nueva orientación del socialismo es la autogestión de la producción, la autogestión de la lucha de clases y todo ello por medio de los Consejos obreros.
Digamos que la importancia de la obra de Pannekoek consiste en no haber imaginado de manera «idealista» la organización venidera -que él, y con él el MIL, llamaron comunista-, sino, por el contrario, el haber planteado todos los problemas que no podrán estar ausentes en una sociedad autogestionaria. Pannekoek, hastiado por las polémicas que se desarrollaron en el seno del movimiento obrero mundial, propuso superar en la práctica -es decir, a través de la práctica y no por medio de revistas o mítines- las contradicciones inherentes a toda acción política.
La autoorganización de la clase obrera, noción que tomó con: el tiempo el nombre de comunismo de los Consejos obreros, ha sido una constante en la obra de Pannekoek: «La autogestión generalizada es un sistema social en el cual las decisiones son tomadas, no ya por una minoría de «dirigentes» sobre una mayoría de «dirigidos», sino por la colectividad entera. Al nivel de la unidad de producción, esto significa que las decisiones de realización y de reparto de rentas (o beneficios) son de competencia de la colectividad de los trabajadores por medio de los órganos, elegidos y revocables en todo momento, que son los Consejos obreros».
Una organización semejante, en ruptura total con la organización capitalista jerarquizada, plantea numerosos problemas: -al nivel del conjunto de la colectividad, el problema de los mecanismos de coordinación entre las unidades de producción autónomas, -al nivel de una unidad de trabajo, el problema de la distribución de la formación y de la información.
Permítasenos detenernos un momento sobre la forma en que Pannekoek soluciona los problemas que acabamos de mencionar. Se trata en realidad de unos principios de organización que nos son presentados en el primer libro ( «La tâche» ) de Los Consejos obreros. Ello nos permitirá comprender las opciones políticas del MIL, relativas a la organización por él ideada para las Comisiones obreras y que será analizada en el apartado siguiente.
Principios de organización
La organización, tal es el principio fundamental del combate de la clase obrera con vistas a su emancipación. De tal principio podría deducirse que el problema más importante, desde el punto de vista del movimiento práctico, es el de las formas de esa organización. Lo que sigue, es un resumen de cómo entendía Pannekoek las formas de organización.
a) La organización de la producción
La tarea más grande, pero también la más dura, es para los trabajadores la organización de la producción sobre bases nuevas. Deberá comenzar por la organización en el interior de la fábrica.
El órgano de gestión, en esta organización de fábrica, estará constituido por la colectividad de los obreros que allí trabajen. En la nueva comunidad de trabajo, todos los intereses serán esencialmente los mismos y todos los pensamientos estarán orientados hacia la meta común que es la organización en una cooperación efectiva. [23]
En este mundo nuevo, se dará una nueva definición a la base ya la esencia misma de la vida. Es el trabajo productivo el que ocupa y ocupará siempre, según Pannekoek, el primer lugar en el espíritu de cada cual; es decir, el trabajo productivo será siempre el objeto primordial del pensamiento. [24]
Las nuevas condiciones de trabajo harán de estos Comités de fábrica algo totalmente diferente de lo que conocemos en el mundo capitalista. La organización de la empresa consiste ante todo en la ordenación y en la conexión coherente de las diferentes etapas de trabajo, de manera que éstas formen un todo.
Ya no nos encontramos, pues, en presencia de una gestión capitalista de la empresa, sino en el marco de una organización que se funda en la emancipación y en la libre asociación de cada uno en un conjunto social liberado de toda tutela autoritaria. Y más concretamente, decía Pannekoek que «en el sistema capitalista los poseedores de los medios de producción acaparan el producto social, se meten en el bolsillo la plusvalia y explotan a la clase obrera. La explotación no cesará hasta el día en que los trabajadores se apoderen de los medios de producción. En ese momento, la producción de todos los artículos necesarios a la existencia se convierte en una tarea de la comunidad de los obreros. En consecuencia, cuando la clase obrera tome posesión de los medios de producción, le será necesario al mismo tiempo organizar la producción». [25]
Este asumir los medios de producción vuelve a dar a la clase obrera el poder de escoger y de decidir ella misma, mientras que antes estaba condicionada y, finalmente, obligada a satisfacer las necesidades que la vieja sociedad le había creado. Se trataba y se sigue tratando de falsas necesidades fabricadas únicamente en beneficio del capital. Para que el proletariado pueda llegar a ser realmente dueño de su destino, le hace falta crear simultáneamente su organización propia y las formas del nuevo orden económico.
En el momento en que los poderes existentes se paralicen y empiecen a desmoronarse las funciones de dirección del antiguo gobierno, deben pasar a manos de las organizaciones obreras.
La forma de organización que pueda unir al proletariado en su lucha contra la burguesía, constituye paralelamente la forma de organización del nuevo proceso de producción.
Hemos analizado la organización de la producción en primer lugar para señalar mejor el hecho de que ello constituía la primera y fundamental preocupación de Pannekoek. «Sin la producción, solía decir el astrónomo, la sociedad se condena». Una vez organizada la producción y como consecuencia lógica, se deben organizar las relaciones sociales, si se quiere llegar a esa república de los Consejos obreros.
b) La organización social
Como acabamos de ver, la organización de la producción por los trabajadores reposa efectivamente sobre la cooperación libre: ni amos ni servidores. El mismo principio que preside el reagrupamiento de todas las empresas en una organización social unificada. Y es a los obreros a quienes corresponde construir el mecanismo social correspondiente.
Los medios de organizar la totalidad social surgirán a partir de asambleas en que se reúnan los delegados del conjunto de las empresas -los Consejos obreros-, donde se discutirán y solucionarán los asuntos corrientes. El desarrollo de esta organización de Consejos permitirá, pues, resolver el problema de la organización social así como exterminar la dictadura del hombre por el hombre, venga de donde venga, con el fin de que en la nueva sociedad todos los productores sean libres e iguales.
Para Pannekoek, que no pierde de vista la sociedad existente, la situación cambia completamente cuando son los obreros los que organizan la producción en calidad de dueños de su trabajo y de productores libres. Sin ello, organizar la sociedad, es decir las relaciones sociales, sería una utopía y arrastraría la aparición de las desigualdades propias del mundo capitalista.
En la nueva sociedad, los trabajadores no son en manera alguna funcionarios sometidos a los Consejos obreros, obligados a obedecer sus órdenes. Buen cuidado tuvo Pannekoek de señalarlo, ya que bien sabía él de qué forma degeneraron los Soviets rusos y cómo el centralismo conduce al fenómeno estalinista. Al contrario y sin necesidad de imposiciones, los trabajadores, por grupos, cumplen con sus tareas como cualquier otro grupo, sin perder un instante de vista las necesidades del conjunto social. Si algo hay que imponer, son los trabajadores mismos quienes lo impondrán, desde la base, por medio de asambleas generales de las cuales surjan los delegados, quienes a un nivel más amplio, discutirán y tomarán las decisiones necesarias para construir la organización del trabajo y la organización social. Estas asambleas permitirán a los trabajadores administrar la producción y dominar su universo.
Si hubiese que resumir la organización social, vista por Pannekoek, la resumiríamos en una palabra: asamblea. Pero no todos los miembros pertenecientes a una colectividad social pueden participar, juntos, en las asambleas, no sólo por la falta evidente de espacio (¿dónde podrían reunirse, por ejemplo, todos los catalanes juntos?), sino además por la variedad de tareas y especialidades que en cada sociedad existen. Aquí es donde interviene la originalidad, la creación de Pannekoek: es necesario organizarse en Consejos.
c) La organización de los Consejos
Los Consejos obreros son la forma de autogobierno que remplazará en tiempos venideros a las formas de gobierno del antiguo mundo. La democracia obrera no tiene nada en común con la democracia política de los sistemas sociales precedentes. Lo que se ha dado en llamar democracia política del capitalismo no es para Pannekoek más que un simulacro de democracia, un sistema concebido hábilmente para enmascarar la dominación real del pueblo por una minoría dirigente.
Los Consejos no gobiernan, transmiten las opiniones, las intenciones y la voluntad de los grupos de trabajo. La organización de los Consejos es una democracia real, la democracia de los trabajadores en que los obreros son dueños de su trabajo. En la organización de los Consejos, la democracia política desaparece puesto que la política misma desaparece, cediendo el lugar a una economía socializada.
La organización de los Consejos teje a través de la sociedad una red de cuerpos diversificados, que trabajan en colaboración, que ordenan su vida y su progreso según su libre iniciativa. Todo lo que es discutido y decidido en los Consejos extrae su verdadero poder de la comprensión, de la voluntad y de la acción de la humanidad trabajadora. En el mundo de los Consejos obreros, la sociedad está en manos del hombre que obra sobre ellas y, puesto que obra, el hombre comprende lo esencial de la naturaleza de la sociedad, es decir, consigue adquirir una conciencia global de la sociedad.
La organización de los Consejos consiste ante todo en la organización de los trabajadores por ramas, en el seno de sus propias empresas. Allí, los trabajadores ejercen una democracia directa por medio de las asambleas. De dichas asambleas salen uno, dos o x delegados que tienen por misión transmitir la voluntad de los trabajadores, expresada por vía de asamblea. Los delegados se reúnen, discuten y toman decisiones; incluso entonces, la democracia sigue siendo directa puesto que los delegados son revocables permanentemente. Sobre la organización de los delegados en los Consejos obreros, Pannekoek insiste particularmente. Su organización constituye la última de las tareas esenciales de los Consejos obreros, según Pannekoek.
d) Los delegados a los Consejos
Los delegados a los Consejos están vinculados por su mandato: tienen por única misión transmitir las opiniones de los grupos de obreros que les han escogido para representarlos. Dado que son revocables en todo momento, los trabajadores que les han conferido el mandato conservan todos sus poderes.
Por otra parte, los delegados a los Consejos son elegidos por un grupo socialmente homogéneo a fin de expresar la voluntad de todos, sobre todo si se tiene en cuenta que los Consejos no están compuestos únicamente por obreros que poseen intereses de clase comunes. Los Consejos constituyen un grupo natural de personas que trabajan juntas cada día en una empresa y que se enfrentan al mismo adversario. Estos grupos o Consejos decidirán, cuando ello sea necesario, las acciones que haya que desarrollar fraternalmente, codo con codo, en la unidad. La representación de los delegados reposa en la agrupación natural de los trabajadores a lo largo del proceso de producción, única base real de la vida social. [26]
En los Consejos obreros, la forma de representación es completamente diferente de lo que hasta ahora conocemos: se trata de la representación de una clase revolucionaria en lucha. En realidad sólo los intereses proletarios están representados, puesto que esta forma de organización excluye la participación de los delegados capitalistas. En otros términos, los Consejos obreros son los órganos de la dictadura del proletariado, de la que Pannekoek decía: «...la dictadura de la clase obrera corresponde exactamente a la más perfecta de las democracias, a la verdadera democracia proletaria que excluye a los explotadores en vías de desaparición».
Los delegados de que hablamos no pueden decidir sin su base para imponerle su voluntad; son los mismos trabajadores quienes deben decidir el camino a seguir y las orientaciones generales correspondientes: el poder de actuar y decidir les corresponde por derecho propio. Vemos, pues, que a través del consejismo aparece una alternativa clara: la gestión de la sociedad por nosotros mismos. Es lógico, puesto que la lucha de clases no se sitúa solamente al nivel de un cambio de administradores (o técnicos) a la cabeza del Estado.
A lo largo y ancho de su obra, Pannekoek expuso los medios que pondrán fin a la explotación del hombre por el hombre. Cada día, decía Pannekoek, las dos clases se definen más concretamente: frente a una acrecentada dominación, por medio de una economía planificada bajo la autoridad del Estado, aparece la asociación de productores libres e iguales, concepto éste que Marx había definido mucho antes que Pannekoek.
Hace falta, decía Pannekoek, definir claramente los objetivos de esta asociación de productores libres e iguales. Por su parte, él los definió así: «¡Ocupad las fábricas! ¡Apoderaos de las máquinas! ¡lmponed vuestro poder sobre el aparato productivo! ¡Organizad la producción por medio de los Consejos obreros!»
La transformación es al mismo tiempo una ruptura con la ideología dominante. La autogestión, por medio de los Consejos obreros, conduce al mismo tiempo a la emancipación ideológica.
Pannekoek ha sido sin duda, el autor que más ha influenciado a los miembros del MIL, quienes trataron de dar a conocer las teorías más realistas de los Consejos obreros, dejando aparte el lado utópico de su pensamiento. Es pues necesario tener en cuenta las ideas fundamentales del consejismo a fin de comprender la postura que el MIL adoptó frente a la organización española que más se parecía a los Consejos obreros: las Comisiones obreras.
Notas
19. Michel Laran: Russie - URSS: 1870-1970, Masson, París, 1973. Véase sobre todo Voline: La révolution inconnue, Belfond, París 1972.
20. Anton Pannekoek: Les Conseils ouvriers, Bélibaste, París, 1974.
21. Anton Pannekoek: Ueber Arbeiteräte, Funken III. editado en junio de 1952.
22. Esta y las citas siguientes provienen de la obra de Anton Pannekoek: Les Conseils ouvriers, op., cit.
23. Hemos empleado esta terminología porque corresponde casi palabra por palabra a lo que había dicho Pannekoek a lo largo de su enorme trabajo sobre el problema de la organización.
24. Lo dicho ell esta última frase, que resume bien el pensamiento de Pannekoek, ha sido reinventado, para desgracia de este último, por los leninistas chinos y puesto en práctica a partir de la revolución cultural. De lo que los leninistas chinos no se acuerdan, ya que sin querer han descubierto a Pannekoek, es que este último también había previsto el descanso. Véase Simon Leys: Les habits neufs du président Mao, Champ Libre, París, 1971.
25. Pannekoek: Les conseils ouvriers, op., cit., p. 81 a 89. Esta concepción de cómo organizar la producción eficazmente fue puesta en práctica en España por la CNT -inspirada por la FAI- en ciertas regiones de Aragón. Consultar para ello Gastón Leval: Espagne libertaire 36-39, Editions du Cercle 1971; y César M. Lorenzo: Los anarquistas españoles y el poder, 1868-1969, Ruedo ibérico, París, 1972.
26. Los Consejos obreros es una de las formas para evitar la burocracia. Véase los trabajos de Isaac Deutscher: «Las raíces de la burocracia» Cuadernos Anagrama, así como Ernest Mandel: «La burocracia» Cuadernos de Formación Polílica. 1. Y, sobre todo. Ernest Mandel: «Contrôle ouvrier. Conseils ouvriers, Autogestion,» Maspero, París, 1973.
Las Comisiones obreras españolas, tal y como han funcionado entre 1962 y 1968, han tenido tres precedentes históricos: el primero son los Soviets rusos antes de que los bolcheviques tomasen su dirección e hiciesen de ellos un instrumento dócil de su política [19]. El segundo son los Consejos obreros alemanes, aparecidos al calor de la revolución de 1919 y sobre los que Pannekoek, en compañía de Gorter, va a teorizar [20]. El tercer precedente lo constituyen los Consejos obreros aparecidos en Hungría, especialmente en Budapest, durante la insurrección de 1956. Su corta duración --entre el 23 de octubre y el 4 de noviembre de 1956- y las diferencias de régimen dificultan la comparación con nuestras CCOO.
Anton Pannekoek (1873-1960) ha sido una de las raras personas, con Marx, que a lo largo de toda su vida y en todas sus obras, ha enfocado el problema de la transformación social desde el ángulo de la dinámica de la lucha de clases, viendo ésta como una lucha autónoma apta para establecer las bases de un mundo nuevo. Analizar la concepción que de los Consejos obreros tenía el MIL equivale forzosamente a analizar la obra de Anton Pannekoek puesto que fue en él en quien se inspira el MIL. En realidad, la omisión del MIL, al no conocer a Gorter, no ha sido tan grave puesto que sobre los principios fundamentales, ambos están de acuerdo. Quien quiera conocer a fondo los Consejos obreros no podrá prescindir, sin embargo, de la obra de ese gran filósofo que fue Gorter.
El último libro de Pannekoek, Los Consejos obreros, escrito entre 1942 y 1947, es el resultado, y en cierta forma la totalidad, de una obra rigurosa. Pannekoek ha entresacado, a partir de la experiencia alemana de 1919, principios estimulantes y comprensibles para todos. Sería inútil recordar que Pannekoek fue, además de un célebre astrónomo, uno de los miembros más sobresalientes de la izquierda socialdemócrata alemana y, más tarde, de la ultraizquierda holandesa.
Las conclusiones a que llega Pannekoek son el fruto de su participación en las luchas de fin del siglo XIX y casi la mitad del XX. Sus reflexiones sobre los momentos álgidos de la historia del movimiento obrero -soviets rusos, consejos alemanes, luchas diarias y evolución del capitalismo moderno- son de una riqueza y de una experiencia esenciales para las luchas de hoy.
Su reflexión sobre los principios de la organización social, su evaluación crítica de la lucha de clases desde el nacimiento del capitalismo, su crítica continua de los movimientos que se vinculan con el socialismo, así como un estudio magistral de la burguesía y de las clases dominantes del mundo entero, quedan expuestos en Los Consejos obreros.
El concepto «Consejos obreros» no designa una forma de organización fija, elaborada de una vez para siempre y de la cual no quedaría sino perfeccionar los detalles. Se trata más bien de un principio, el principio de la autogestión obrera de las fábricas y de la producción. La realización de este principio no pasa en manera alguna por una discusión teórica concerniente a las mejores modalidades de ejecución. Se trata de una cuestión de lucha práctica contra el aparato de dominación capitalista: Consejos obreros quiere decir lucha de clases, acción revolucionaria contra el poder del Estado. Así pues, la idea de Consejos obreros no tiene nada que ver con un programa de realizaciones a poner en práctica mañana o el año que viene: se trata únicamente de un «hilo conductor para la dura y larga batalla de emancipación que la clase obrera tiene delante de ella» [21].
No sólo es contra la sociedad capitalista y su organización contra lo que Anton Pannekoek nos pone en guardia. Ataca igualmente a los partidos, considerados como propagandistas de la ideología burguesa y que no pueden contribuir, aunque lo quieran, a la emancipación de la clase obrera: hasta ahora la práctica de todos los partidos ha consistido en tomar el poder y ejercerlo en su único provecho. Esta aceptación tácita de desempeñar un papel de tutor de la clase obrera en el seno del gobierno -aspiración actual de muchos partidos comunistas- hizo decir a Pannekoek: «...en la transformación que debe conducir a la instauración de una sociedad sin clases, se trata, por supuesto, de esta organización del cuerpo social que nace de la lucha de los mismos productores, de la autoorganización y no de la puesta en marcha de una organización resultante de un programa, copiando una estructura hecha a priori, viniendo del exterior, inspirada por las Organizaciones, como por ejemplo los partidos políticos».[22]
Lo que conviene edificar, según Pannekoek, es una fuerza nueva que opondrá la autogestión real a la gestión del hombre por el hombre. De esta manera, la clase obrera no podrá afirmarse y vencer en tanto que no tome en sus manos ella misma su destino, y no lo conseguirá por arte de magia; para llegar a ello, la clase obrera está obligada a renunciar a las ideas caducas, a las viejas quimeras. Hecho esto, el proletariado se hallará entonces ante tareas más arduas: aplastar completamente al enemigo, organizar la producción, crear un orden nuevo.
En esta sociedad sin clases imaginada por Pannekoek, se impone una organización de la producción a escala global. Para ello es necesario recurrir a cuerpos o estamentos de delegados: son los mismos que la historia ha asociado al nombre de Consejos obreros y cuya tarea fundamental es la de resolver «el problema de la coordinación social global». Esta vocación social de los Consejos obreros es diferente, con mucho, de la de gerente de la fábrica por el Consejo de empresa. En efecto, además del papel económico que desempeñan en la organización de la producción, los Consejos obreros asumen igualmente un papel político en la coordinación social.
A este propósito, decía Pannekoek que «...ellas [las masas en acción] organizan su poder en las fábricas y talleres preparándose para nuevas luchas con vistas esta vez a quebrantar definitivamente la dominación del capital. Ellas [el término alemán utilizado es «masas»] forman, por medio de los Consejos obreros, una comunidad dotada de una cohesión cada vez más grande, capaz de asegurar la gestión de la sociedad en su conjunto. El único medio de vencer al capital consiste, todavía y siempre, en la acción conjunta de las masas; ocupando las fábricas y construyendo su organización de Consejos. »
Los Consejos obreros son los órganos de acción práctica y de combate de la clase obrera y al mismo tiempo la forma de autogobierno que, en el futuro, sucederá a las diversas formas de gobierno del antiguo mundo. Los Consejos obreros son la forma de organización propia del periodo de transición durante el cual la clase obrera lucha por el poder, aniquilando el sistema capitalista y organizando la producción social. La nueva orientación del socialismo es la autogestión de la producción, la autogestión de la lucha de clases y todo ello por medio de los Consejos obreros.
Digamos que la importancia de la obra de Pannekoek consiste en no haber imaginado de manera «idealista» la organización venidera -que él, y con él el MIL, llamaron comunista-, sino, por el contrario, el haber planteado todos los problemas que no podrán estar ausentes en una sociedad autogestionaria. Pannekoek, hastiado por las polémicas que se desarrollaron en el seno del movimiento obrero mundial, propuso superar en la práctica -es decir, a través de la práctica y no por medio de revistas o mítines- las contradicciones inherentes a toda acción política.
La autoorganización de la clase obrera, noción que tomó con: el tiempo el nombre de comunismo de los Consejos obreros, ha sido una constante en la obra de Pannekoek: «La autogestión generalizada es un sistema social en el cual las decisiones son tomadas, no ya por una minoría de «dirigentes» sobre una mayoría de «dirigidos», sino por la colectividad entera. Al nivel de la unidad de producción, esto significa que las decisiones de realización y de reparto de rentas (o beneficios) son de competencia de la colectividad de los trabajadores por medio de los órganos, elegidos y revocables en todo momento, que son los Consejos obreros».
Una organización semejante, en ruptura total con la organización capitalista jerarquizada, plantea numerosos problemas: -al nivel del conjunto de la colectividad, el problema de los mecanismos de coordinación entre las unidades de producción autónomas, -al nivel de una unidad de trabajo, el problema de la distribución de la formación y de la información.
Permítasenos detenernos un momento sobre la forma en que Pannekoek soluciona los problemas que acabamos de mencionar. Se trata en realidad de unos principios de organización que nos son presentados en el primer libro ( «La tâche» ) de Los Consejos obreros. Ello nos permitirá comprender las opciones políticas del MIL, relativas a la organización por él ideada para las Comisiones obreras y que será analizada en el apartado siguiente.
Principios de organización
La organización, tal es el principio fundamental del combate de la clase obrera con vistas a su emancipación. De tal principio podría deducirse que el problema más importante, desde el punto de vista del movimiento práctico, es el de las formas de esa organización. Lo que sigue, es un resumen de cómo entendía Pannekoek las formas de organización.
a) La organización de la producción
La tarea más grande, pero también la más dura, es para los trabajadores la organización de la producción sobre bases nuevas. Deberá comenzar por la organización en el interior de la fábrica.
El órgano de gestión, en esta organización de fábrica, estará constituido por la colectividad de los obreros que allí trabajen. En la nueva comunidad de trabajo, todos los intereses serán esencialmente los mismos y todos los pensamientos estarán orientados hacia la meta común que es la organización en una cooperación efectiva. [23]
En este mundo nuevo, se dará una nueva definición a la base ya la esencia misma de la vida. Es el trabajo productivo el que ocupa y ocupará siempre, según Pannekoek, el primer lugar en el espíritu de cada cual; es decir, el trabajo productivo será siempre el objeto primordial del pensamiento. [24]
Las nuevas condiciones de trabajo harán de estos Comités de fábrica algo totalmente diferente de lo que conocemos en el mundo capitalista. La organización de la empresa consiste ante todo en la ordenación y en la conexión coherente de las diferentes etapas de trabajo, de manera que éstas formen un todo.
Ya no nos encontramos, pues, en presencia de una gestión capitalista de la empresa, sino en el marco de una organización que se funda en la emancipación y en la libre asociación de cada uno en un conjunto social liberado de toda tutela autoritaria. Y más concretamente, decía Pannekoek que «en el sistema capitalista los poseedores de los medios de producción acaparan el producto social, se meten en el bolsillo la plusvalia y explotan a la clase obrera. La explotación no cesará hasta el día en que los trabajadores se apoderen de los medios de producción. En ese momento, la producción de todos los artículos necesarios a la existencia se convierte en una tarea de la comunidad de los obreros. En consecuencia, cuando la clase obrera tome posesión de los medios de producción, le será necesario al mismo tiempo organizar la producción». [25]
Este asumir los medios de producción vuelve a dar a la clase obrera el poder de escoger y de decidir ella misma, mientras que antes estaba condicionada y, finalmente, obligada a satisfacer las necesidades que la vieja sociedad le había creado. Se trataba y se sigue tratando de falsas necesidades fabricadas únicamente en beneficio del capital. Para que el proletariado pueda llegar a ser realmente dueño de su destino, le hace falta crear simultáneamente su organización propia y las formas del nuevo orden económico.
En el momento en que los poderes existentes se paralicen y empiecen a desmoronarse las funciones de dirección del antiguo gobierno, deben pasar a manos de las organizaciones obreras.
La forma de organización que pueda unir al proletariado en su lucha contra la burguesía, constituye paralelamente la forma de organización del nuevo proceso de producción.
Hemos analizado la organización de la producción en primer lugar para señalar mejor el hecho de que ello constituía la primera y fundamental preocupación de Pannekoek. «Sin la producción, solía decir el astrónomo, la sociedad se condena». Una vez organizada la producción y como consecuencia lógica, se deben organizar las relaciones sociales, si se quiere llegar a esa república de los Consejos obreros.
b) La organización social
Como acabamos de ver, la organización de la producción por los trabajadores reposa efectivamente sobre la cooperación libre: ni amos ni servidores. El mismo principio que preside el reagrupamiento de todas las empresas en una organización social unificada. Y es a los obreros a quienes corresponde construir el mecanismo social correspondiente.
Los medios de organizar la totalidad social surgirán a partir de asambleas en que se reúnan los delegados del conjunto de las empresas -los Consejos obreros-, donde se discutirán y solucionarán los asuntos corrientes. El desarrollo de esta organización de Consejos permitirá, pues, resolver el problema de la organización social así como exterminar la dictadura del hombre por el hombre, venga de donde venga, con el fin de que en la nueva sociedad todos los productores sean libres e iguales.
Para Pannekoek, que no pierde de vista la sociedad existente, la situación cambia completamente cuando son los obreros los que organizan la producción en calidad de dueños de su trabajo y de productores libres. Sin ello, organizar la sociedad, es decir las relaciones sociales, sería una utopía y arrastraría la aparición de las desigualdades propias del mundo capitalista.
En la nueva sociedad, los trabajadores no son en manera alguna funcionarios sometidos a los Consejos obreros, obligados a obedecer sus órdenes. Buen cuidado tuvo Pannekoek de señalarlo, ya que bien sabía él de qué forma degeneraron los Soviets rusos y cómo el centralismo conduce al fenómeno estalinista. Al contrario y sin necesidad de imposiciones, los trabajadores, por grupos, cumplen con sus tareas como cualquier otro grupo, sin perder un instante de vista las necesidades del conjunto social. Si algo hay que imponer, son los trabajadores mismos quienes lo impondrán, desde la base, por medio de asambleas generales de las cuales surjan los delegados, quienes a un nivel más amplio, discutirán y tomarán las decisiones necesarias para construir la organización del trabajo y la organización social. Estas asambleas permitirán a los trabajadores administrar la producción y dominar su universo.
Si hubiese que resumir la organización social, vista por Pannekoek, la resumiríamos en una palabra: asamblea. Pero no todos los miembros pertenecientes a una colectividad social pueden participar, juntos, en las asambleas, no sólo por la falta evidente de espacio (¿dónde podrían reunirse, por ejemplo, todos los catalanes juntos?), sino además por la variedad de tareas y especialidades que en cada sociedad existen. Aquí es donde interviene la originalidad, la creación de Pannekoek: es necesario organizarse en Consejos.
c) La organización de los Consejos
Los Consejos obreros son la forma de autogobierno que remplazará en tiempos venideros a las formas de gobierno del antiguo mundo. La democracia obrera no tiene nada en común con la democracia política de los sistemas sociales precedentes. Lo que se ha dado en llamar democracia política del capitalismo no es para Pannekoek más que un simulacro de democracia, un sistema concebido hábilmente para enmascarar la dominación real del pueblo por una minoría dirigente.
Los Consejos no gobiernan, transmiten las opiniones, las intenciones y la voluntad de los grupos de trabajo. La organización de los Consejos es una democracia real, la democracia de los trabajadores en que los obreros son dueños de su trabajo. En la organización de los Consejos, la democracia política desaparece puesto que la política misma desaparece, cediendo el lugar a una economía socializada.
La organización de los Consejos teje a través de la sociedad una red de cuerpos diversificados, que trabajan en colaboración, que ordenan su vida y su progreso según su libre iniciativa. Todo lo que es discutido y decidido en los Consejos extrae su verdadero poder de la comprensión, de la voluntad y de la acción de la humanidad trabajadora. En el mundo de los Consejos obreros, la sociedad está en manos del hombre que obra sobre ellas y, puesto que obra, el hombre comprende lo esencial de la naturaleza de la sociedad, es decir, consigue adquirir una conciencia global de la sociedad.
La organización de los Consejos consiste ante todo en la organización de los trabajadores por ramas, en el seno de sus propias empresas. Allí, los trabajadores ejercen una democracia directa por medio de las asambleas. De dichas asambleas salen uno, dos o x delegados que tienen por misión transmitir la voluntad de los trabajadores, expresada por vía de asamblea. Los delegados se reúnen, discuten y toman decisiones; incluso entonces, la democracia sigue siendo directa puesto que los delegados son revocables permanentemente. Sobre la organización de los delegados en los Consejos obreros, Pannekoek insiste particularmente. Su organización constituye la última de las tareas esenciales de los Consejos obreros, según Pannekoek.
d) Los delegados a los Consejos
Los delegados a los Consejos están vinculados por su mandato: tienen por única misión transmitir las opiniones de los grupos de obreros que les han escogido para representarlos. Dado que son revocables en todo momento, los trabajadores que les han conferido el mandato conservan todos sus poderes.
Por otra parte, los delegados a los Consejos son elegidos por un grupo socialmente homogéneo a fin de expresar la voluntad de todos, sobre todo si se tiene en cuenta que los Consejos no están compuestos únicamente por obreros que poseen intereses de clase comunes. Los Consejos constituyen un grupo natural de personas que trabajan juntas cada día en una empresa y que se enfrentan al mismo adversario. Estos grupos o Consejos decidirán, cuando ello sea necesario, las acciones que haya que desarrollar fraternalmente, codo con codo, en la unidad. La representación de los delegados reposa en la agrupación natural de los trabajadores a lo largo del proceso de producción, única base real de la vida social. [26]
En los Consejos obreros, la forma de representación es completamente diferente de lo que hasta ahora conocemos: se trata de la representación de una clase revolucionaria en lucha. En realidad sólo los intereses proletarios están representados, puesto que esta forma de organización excluye la participación de los delegados capitalistas. En otros términos, los Consejos obreros son los órganos de la dictadura del proletariado, de la que Pannekoek decía: «...la dictadura de la clase obrera corresponde exactamente a la más perfecta de las democracias, a la verdadera democracia proletaria que excluye a los explotadores en vías de desaparición».
Los delegados de que hablamos no pueden decidir sin su base para imponerle su voluntad; son los mismos trabajadores quienes deben decidir el camino a seguir y las orientaciones generales correspondientes: el poder de actuar y decidir les corresponde por derecho propio. Vemos, pues, que a través del consejismo aparece una alternativa clara: la gestión de la sociedad por nosotros mismos. Es lógico, puesto que la lucha de clases no se sitúa solamente al nivel de un cambio de administradores (o técnicos) a la cabeza del Estado.
A lo largo y ancho de su obra, Pannekoek expuso los medios que pondrán fin a la explotación del hombre por el hombre. Cada día, decía Pannekoek, las dos clases se definen más concretamente: frente a una acrecentada dominación, por medio de una economía planificada bajo la autoridad del Estado, aparece la asociación de productores libres e iguales, concepto éste que Marx había definido mucho antes que Pannekoek.
Hace falta, decía Pannekoek, definir claramente los objetivos de esta asociación de productores libres e iguales. Por su parte, él los definió así: «¡Ocupad las fábricas! ¡Apoderaos de las máquinas! ¡lmponed vuestro poder sobre el aparato productivo! ¡Organizad la producción por medio de los Consejos obreros!»
La transformación es al mismo tiempo una ruptura con la ideología dominante. La autogestión, por medio de los Consejos obreros, conduce al mismo tiempo a la emancipación ideológica.
Pannekoek ha sido sin duda, el autor que más ha influenciado a los miembros del MIL, quienes trataron de dar a conocer las teorías más realistas de los Consejos obreros, dejando aparte el lado utópico de su pensamiento. Es pues necesario tener en cuenta las ideas fundamentales del consejismo a fin de comprender la postura que el MIL adoptó frente a la organización española que más se parecía a los Consejos obreros: las Comisiones obreras.
Notas
19. Michel Laran: Russie - URSS: 1870-1970, Masson, París, 1973. Véase sobre todo Voline: La révolution inconnue, Belfond, París 1972.
20. Anton Pannekoek: Les Conseils ouvriers, Bélibaste, París, 1974.
21. Anton Pannekoek: Ueber Arbeiteräte, Funken III. editado en junio de 1952.
22. Esta y las citas siguientes provienen de la obra de Anton Pannekoek: Les Conseils ouvriers, op., cit.
23. Hemos empleado esta terminología porque corresponde casi palabra por palabra a lo que había dicho Pannekoek a lo largo de su enorme trabajo sobre el problema de la organización.
24. Lo dicho ell esta última frase, que resume bien el pensamiento de Pannekoek, ha sido reinventado, para desgracia de este último, por los leninistas chinos y puesto en práctica a partir de la revolución cultural. De lo que los leninistas chinos no se acuerdan, ya que sin querer han descubierto a Pannekoek, es que este último también había previsto el descanso. Véase Simon Leys: Les habits neufs du président Mao, Champ Libre, París, 1971.
25. Pannekoek: Les conseils ouvriers, op., cit., p. 81 a 89. Esta concepción de cómo organizar la producción eficazmente fue puesta en práctica en España por la CNT -inspirada por la FAI- en ciertas regiones de Aragón. Consultar para ello Gastón Leval: Espagne libertaire 36-39, Editions du Cercle 1971; y César M. Lorenzo: Los anarquistas españoles y el poder, 1868-1969, Ruedo ibérico, París, 1972.
26. Los Consejos obreros es una de las formas para evitar la burocracia. Véase los trabajos de Isaac Deutscher: «Las raíces de la burocracia» Cuadernos Anagrama, así como Ernest Mandel: «La burocracia» Cuadernos de Formación Polílica. 1. Y, sobre todo. Ernest Mandel: «Contrôle ouvrier. Conseils ouvriers, Autogestion,» Maspero, París, 1973.
Ta cuatica la tendencia q se esta formando...esto de la comunizacion...del consejismoanrkista....creo q esta bien....lo digo, como como comunista libertario q me considero.....buena desarrollo teorico de los temas, hace falta, a pesar de la anti-intelectualidad que rige entre muchxs compxs. Pareciera que el anarquismo se quisiera estancar en la practica okupa/insurreccional...y que los demás apeleran al fracasado modelo leninista........
ResponderEliminarsalud desde Conce