jueves, 14 de mayo de 2015

¡Rosa Luxemburg pertenece a la revolución proletaria, no a los socialdemócratas! (x CCI)

"A los grandes revolucionarios en vida, las clases de los opresores les recompensan con persecuciones incesantes, acogen su doctrina con la furia más salvaje, con el odio más feroz, con las campañas más estruendosas de mentiras y calumnias. Después de su muerte, tratan de hacerlos íconos inofensivos, de canonizarlos por así decirlo, de rodear su nombre con una cierta aureola con el fin de "consolar" a las clases oprimidas y de mistificarlas; de esta manera, vacían su doctrina revolucionaria de su contenido, la degradan y le matan el filo revolucionario. Es con esta forma de "acomodar" al marxismo que se reúnen hoy en día la burguesía y los oportunistas del movimiento obrero" (Lenin, El Estado y la Revolución, 1917) ([1]).

El 15 de enero de 1919, Rosa Luxemburg fue asesinada, con su compañero de combate Karl Liebknecht, por los cuerpos francos. Esta soldadesca estaba entonces bajo las órdenes del Ministro Noske, miembro del SPD (la social democracia alemana) quien declara “¡se necesita un  perro sanguinario, yo voy a ser ese!”. Son los socialistas en el poder, a la cabeza del Estado democrático, los que orquestaron la sangrienta represión de la insurrección obrera en Berlín y asesinaron a una de las más grandes figuras del movimiento obrero internacional.
Este atroz asesinato había sido preparado durante mucho tiempo por una serie de calumnias en contra de Rosa Luxemburg. “Rosa la roja”, “Rosa la incendiaria” ([2]), “Rosa la sanguinaria”, “Rosa, la agente del zarismo”… durante su vida no se salvó de ningún ataque calumnioso contra su persona, para culminar en los llamados al pogromo de finales de 1918 y principios de 1919, especialmente durante la “semana sangrienta” en Berlín.
Pero apenas unos meses después de su asesinato, la burguesía y los oportunistas del movimiento obrero comenzaron a hacer de ella un ícono inofensivo, a fin de canonizarla, de vaciar su doctrina revolucionaria de su contenido, devaluarla y matarle el filo revolucionario. Rosa Luxemburg no debía quedar  como la militante intransigente y ejemplar que fue; debía morir una segunda vez, desnaturalizada en una especie de demócrata pacifista y feminista. Este es el verdadero objetivo, durante décadas, del trabajo de “remembranza” que pretende “rehabilitar” (es decir apropiarse) a esta gran combatiente de la revolución.

Una campaña constante para desnaturalizar el combate de Luxemburg y Lenin

En la década de 1930, por ejemplo en Francia, se desarrolló toda una corriente en torno a Lucien Laurat, corriente que cedió siempre más netamente a los cantos de sirenas de la democracia para afirmar que, desde el principio de la “revolución bolchevique”, “el gusano Lenin” estaba en el “fruto” del proyecto revolucionario. Esta ideología hacía lógicamente la apología del ejército republicano en la guerra de España 1936-39, saludando a los logros del alistamiento de los trabajadores en la segunda masacre mundial so pretexto de lucha contra el fascismo. Será capaz de apoyar al POUM en España y a los trotskistas en su ¡"heroísmo" nacional como miembros de la resistencia! Esta propaganda democrática nauseabunda fue llevada a su paroxismo más particularmente después de la II Guerra Mundial por personas como René Lefeuvre, fundador de las ediciones Spartacus. Éste, en una colección de textos de Rosa Luxemburg ([3]), con un prefacio puramente ideológico y un título prefabricado: El Marxismo contra la dictadura (¡un título que jamás fue utilizado por Rosa Luxemburg!), presentaba en 1946 a esta combatiente de la revolución como radicalmente hostil al bolchevismo, lo que no es sino una mentira grosera. En la introducción de la recopilación, hasta escribió esto: “todos los grandes teóricos marxistas de renombre internacional: Kart Kautsky, Émile Vandervelde, Rodolphe Hilferding, Karl Renner, Georges Plekhanov –y los que se nos pueden pasar– denunciaban al igual que Rosa Luxemburg, la doctrina totalitaria de Lenin como absolutamente contraria a los principios del marxismo."
Estalin momifica a Lenin y desnaturaliza su pensamiento en un dogma aterrador. Rosa Luxemburg, la "sanguinaria", ¡aquí se convierte en una especie de santo apóstol de la democracia! La contrarrevolución estalinista generó rápidamente, debido a sus miasmas, estas dos nuevas ideologías putrefactas y complementarias: la carnada “luxemburguismo” por un lado y el anzuelo “marxismo-leninismo” por el otro. Se trata en realidad de las dos caras de una misma moneda, o mejor dicho, de las dos mordazas de una misma trampa: rechazar a los bolcheviques “con el cuchillo entre los dientes” y glorificar la figura ofrecida de Rosa “pacifista”, como se admira a esos leones “salvajes” hollywoodenses, mutilados, sin colmillos ni garras.
En 1974, en la Alemania del campo democrático (la RFA), los sellos postales ¡incluso fueron impresos con la efigie de Rosa Luxemburg!

Una nueva campaña contra el proletariado y sus organizaciones revolucionarias

Después del derrumbe del bloque del Este y la desaparición de la URSS, esta vasta campaña ideológica fue exhumada y se amplificó para poder alimentar la pretendida “muerte del comunismo”, decretada con celo cuando cayó el muro de Berlín. La ideología oficial prosigue aquí la mentira más grande de la historia equiparando fraudulentamente al comunismo con el estalinismo. Se trata de un arma ideológica particularmente eficaz en manos de la clase dominante. Puesto que si desde 1990 el proletariado tiene tantas dificultades para reconocerse como una fuerza social, para desarrollar su conciencia y su organización, es precisamente porque está separado de su pasado, porque perdió su identidad, porque ya no sabe de dónde viene, quién es y a dónde puede ir. Si el comunismo es el estalinismo, este horror que finalmente quebró, ¿por qué pelear entonces? ¿Por qué estudiar la historia del movimiento obrero si éste habría llevado al desastre estalinista? ¡Es esta lógica y este veneno los que la burguesía hace entrar en los cráneos! Y la presentación de Rosa como “pacifista, republicana y enemiga de Lenin”, este “pro-dictador del proletariado”, este “padre espiritual de Estalin”, es uno de los capítulos negros de esta vil propaganda. ¡Quienes participan en ésta, de manera consciente o no, están luchando contra la clase trabajadora!
Hoy los blogs, los foros (como por ejemplo Libcom en Gran Bretaña donde hubo declaraciones viscosas respecto a Rosa Luxemburg), en librerías y kioscos, en todas partes de Europa y del mundo, una nueva campaña nauseabunda resurge para de nuevo distorsionar la imagen de la militante Rosa Luxemburg. Por eso es que en programas de televisión, Rosa Luxemburg ha aparecido recientemente bajo los únicos términos de una “mujer” y “pacifista”. El muy reconocido y estimado diario Le Monde publicó un artículo en septiembre de 2013, realizado por un cierto Jean-Marc Daniel, profesor del ESCP Europa, con el muy sugestivo título: “Rosa Luxemburg, marxista pacifista”. Esta combinación de las palabras “marxista” y “pacifista” puede dejar sin aliento: ¡el “verdadero marxista” es para la clase dominante el que abdica ante la guerra de clases, que renuncia a la insurrección y al derrocamiento del capitalismo!
Muchos libros se publican actualmente hasta en la literatura para niños, donde Rosa Luxemburg es presentada de nuevo como una feroz opositora de los bolcheviques y del “dictador” Lenin (ver artículo en este mismo sitio). Igualmente, conferencias y debates se organizan por todas partes, como así fue recientemente en París bajo la batuta de los historiadores demócratas “luxemburguistas” del grupo “Crítica social”. ¡Incluso con las artes, el premio MAIF 2014 de la escultura recompensó a Nicolas Milhé por su proyecto "Rosa Luxemburg"¡. Una verdadera ovación para Rosa... siempre y cuando se la oponga a sus compañeros de combate, a los bolcheviques, a la Revolución rusa y a la revolución simplemente. La recuperación de Rosa Luxemburg para transformarla en “ícono inofensivo” es una vasta empresa de intoxicación ideológica. Su objetivo es inocular la idea de que el proletariado debe luchar para... construir no la sociedad comunista mundial, sino una sociedad “más democrática” inspirándose en la obra despreciada de Rosa Luxemburg falsamente presentada como una enemiga de los bolcheviques. Después de la odiosa propaganda del Libro negro del comunismo, ahora es en parte este discurso el que se enseña muy oficialmente y en serio en los programas escolares ([4]).
Hoy, el reto para la burguesía es convencer a los elementos más críticos y recalcitrantes, que no hay otro futuro que la defensa de la democracia burguesa. ¡Pero detrás de esa desnaturalización, también hay en la campaña de recuperación de Rosa Luxemburg por los “demócratas” de todas las fronteras, otro objetivo perseguido –y no confesado!–: el de desacreditar –“demonizándolas” una vez más– las verdaderas posiciones de las organizaciones revolucionarias.
Olga, 7 de noviembre de 2014


[1] Esta cita magistral de Lenin también es válida para el destino que la burguesía reservó a Jean Jaurès. Lea nuestro artículo en Révolution Internationale, no 448, p.8.
[2] “Pétroleuse”: así fue como ya en 1871 la burguesía llamó a las mujeres de la Comuna de Paris, entre ellas a Louise Michel.
[3] "Problemas de la organización socialista" (1904), "Masas y jefes" (o "Esperanzas frustradas" - 1903), "Libertad de crítica y de ciencia" (1899).
[4] Véase en nuestro sitio Internet el artículo “La falsificación de la historia en los programas escolares".

sábado, 9 de mayo de 2015

Blanqui y la democracia. (Proletarios y Burgueses)

PROLETARIOS Y BURGUESES

Son ellos que inventaron ese lindo aforismo: ¡ni proletario, ni burgués sino demócrata! Pero por favor ¿qué quiere decir demócrata?. Es una palabra de moda, banal, sin acepción precisa, una palabra de goma. ¿Qué opinión no lograría ubicarse en esa etiqueta? Todo el mundo se dice demócrata. ¿No sabe usted que M. Guizot es un demócrata?  Son los enclenques que se complacen en esa vaguedad que les viene muy bien, tienen horror de puntos sobre las i.

Por eso prohíben los términos: proletarios y burgueses, justamente por tener un sentido claro y neto, por decir las cosas categóricamente. Eso es lo que les molesta, se los rechaza como provocadores de la guerra civil. ¿Dicha razón no os es suficiente para abrir vuestros ojos? ¿Y que otra cosa estamos obligados a hacer desde hacer tanto tiempo que la guerra  civil? ¿Y contra quien?

Ah! Esa es precisamente la cuestión que tratan de embrollar por medio de la oscuridad de las palabras: se trata de impedir que las dos banderas enemigas se contrapongan frente a frente, para después del combate, poder arrancarle a quienes ganaron, los beneficios de la victoria y hacer que los vencidos, poco a poco, vuelvan a asumir la posición vencedores. No quieren que los dos campos adversos se designen por su verdadero nombre: proletariado, burguesía.

Augusto Blanqui 1852

martes, 5 de mayo de 2015

1918. ALEMANIA. La revolución de los Consejos


Publicado en: Revista "Etcétera", n°54, marzo 2015. pp. 82-84. 


(Transcribimos a continuación un fragmento de la contribución de Arthur en nuestro libro colectivo «Días Rebeldes»)

Quizás nunca se ha mentido tanto y de manera tan desvergonzada a propósito de acontecimientos históricos como en el caso de la revolución alemana que estalló en los primeros días de noviembre de 1918 y en menos de una semana se llevó por delante a la monarquía bávara y al IIº Reich alemán. Tanto en la historia que se enseña en Alemania como fuera, esta mentira deliberada y este silencio interesado sirven evidentemente para ocultar la apuesta de un asalto central dirigido contra este viejo mundo que acababa de mostrar de lo que era capaz: cuatro años y medio de una hecatombe mundial sin precedentes. La revolución en Alemania, la potencia industrial dominante en 1913, amenazaba con ser el pivote de un cambio radical de la hegemonía del capital.
Kiel, domingo 3 de noviembre de 1918. Los marinos de la 3ª escuadra de la flota del mar Báltico iban a reunirse en la casa sindical y se la encuentran cerrada. Celebran un meeting en la gran plaza, detrás de Waldwiese, donde se juntan con los obreros. Una impresionante manifestación conmueve toda la ciudad. En una esquina, se encuentra cara a cara con una patrulla, encabezada por un teniente que les ordena dispersarse. Nadie se mueve. Una orden seca: «¡Fuego!» Las descargas dejan nueve muertos y veintinueve heridos en la calzada. Pero mientras el gentío se esparce, un marino empuña su arma y mata al teniente Steinhäuser. Esta respuesta es la palmada que da salida a la revolución alemana.
En la mañana del 4 de noviembre, los marinos saben que para ellos ya no hay vuelta atrás. Eligen consejos de soldados, desarman a sus oficiales e izan la bandera roja en sus navíos. Después, bajan a tierna armados, bajo la égida de sus consejos, que encabeza un tal Artelt, segundo contramaestre. Sin resistencia, ocupan la prisión militar y liberan a sus camaradas, los amotinados del Thuringe y del Héligoland —más de un miliar— que habían sido transportados desde Wilhelmshaven tres días antes. Otros toman los edificios públicos y otros la estación ferroviaria, dejando por mentiroso a Lenin, a quien le gustaba ridiculizar a los revolucionarios alemanes pretendiendo que no podrían tomar una estación antes de la apertura de las ventanillas para comprar un billete. Por la tarde, un destacamento del ejército, enviado para reducir la sublevación de los marinos, confraterniza con ellos. El comandante debe inclinarse ante los consejos de soldados. La infantería de marina se solidariza. Los portuarios decretan la huelga general. La misma tarde, Kiel está en manos de 40.000 marinos y soldados insurgentes.
El 9 de noviembre de 1918, Berlín está también en manos de los consejos de obreros y de soldados. En cinco días, del 5 al 9 de noviembre, los consejos obreros se han extendido por toda Alemania. Guillermo II, el Kaiser, es forzado al exilio.
(...)
En Berlín, la explosión de masas el 5 de enero de 1919 fue espontánea. Convocados a un gran meeting en la Siegesallee, una gran multitud, en parte armada, converge hacia el centro de Berlín, resuelta a la acción. Se apoderan de las estaciones, de las rotativas... Por la tarde 86 delegados se encuentran en la Prefectura para constituir un «comité revolucionario provisorio» de 53 miembros que lanza una proclama para revocar al gobierno.
El lunes la huelga salvaje es general, las masas obreras salen a la calle pero, aparte de algunas nuevas ocupaciones, nada sucede. Las guarniciones favorables al movimiento dudan de lanzarse a la batalla. Los días siguientes la situación empieza a pudrirse. Erbert respira, y la SPD empieza a levantar cabeza. Llamando otra vez a la unidad de las fuerzas socialistas, el gobierno remite a Noske. La batalla decisiva tiene lugar del 9 al 12 de enero de 1919. En las calles de Berlín, las tropas de la represión luchan casa por casa para apoderarse de los edificios ocupados. El choque más mortífero fue la reconquista del Vorwärts el día 11, que acabó en un baño de sangre. La prefectura fue la última plaza a caer el domingo día 12.
Aplastada la sublevación, los cuerpos francos de Maercker y el estado mayor de Lüttwitz entran en Berlín. Dejan para más tarde la ocupación de los barrios obreros del norte y del este de la ciudad. La división del capitán Waldemar Pabst establece su cuartel general en el Hotel Eden. Desde su instalación el 15 de enero, presenta su carta de visita: el asesinato de Karl Liebknecht y de Rosa Luxemburg.
Ha sonado la última hora de la revolución. Uno de los hombres más intrépidos del movimiento revolucionario y la teórica más lúcida de su generación, la única capaz de criticar a la vez a Bebel y Kautsky, Lenin y Trotski, Jaurès y Pilsudski, fueron lanzados como perros al pasto de la soldadesca. Su asesinato constituyó la señal del inicio de miles de asesinatos que marcaron la era de Noske, anunciando las muertes en serie por las que pronto iba a destacarse la era de Hitler. Los socialdemócratas acababan de demostrar que nada tenían que envidiar a la ferocidad de Versalles.


Mahatma Kane