Me puse a conversar con un amigo de años de Puerto Natales. Hablamos acerca de un tema obvio de los últimos días, como lo son las sucesivas represiones en contra de manifestaciones y acciones subversivas. De vuelta a casa, me recuerdo de haber leído algo de Debord que tocaba justamente en parte nuestra conversación.
Preciso que Debord, en los momentos que escribe (1988, un poco antes de la caída del muro) es un verdadero profeta de la sociedad actual. Hoy el Estado no ha desaparecido, y vemos que parece perpetuo en cierta relación y pacto con el poder económico bajo las premisas de la visión neoliberal.
V
La sociedad modernizada hasta el estadio de lo espectacular integrado se caracteriza por el efecto combinado de cinco rasgos principales que son: la incesante renovación tecnológica, la fusión económico-estatal, el secreto generalizado, la falsedad sin réplica y un perpetuo presente.
El movimiento de innovación tecnológica se inició hace mucho tiempo y es constitutivo de la sociedad capitalista, a veces llamada industrial o postindustrial. Pero, desde que ha alcanzado su más reciente aceleración (al día siguiente de
El secreto generalizado se mantiene tras el espectáculo como el complemento decisivo de lo que muestra y, si profundizamos en el tema, como su más importante operación.
El solo hecho de carecer en lo sucesivo de réplica, ha dado a lo falso una cualidad nueva. Es a la vez lo verdadero que ha dejado de existir casi por todas partes o, en el mejor de los casos, se ha visto reducido al estado de una hipótesis que nunca puede ser demostrada. La falsedad sin réplica ha acabado por hacer desaparecer la opinión pública, que primero se encontró incapaz de hacerse oír y después, muy rápidamente, incapaz siquiera de formarse. Esto entraña, evidentemente, importantes consecuencias en la política, las ciencias aplicadas, la justicia y el conocimiento artístico.
La construcción de un presente en el que la misma moda, desde el vestuario a los cantantes, se ha inmovilizado, que quiere olvidar el pasado y que no parece creer en un futuro, se consigue mediante la incesante transmisión circular de la información, que gira continuamente sobre una lista muy sucinta de las mismas banalidades, anunciadas de forma apasionada como importantes noticias; mientras que sólo muy de tarde en tarde y a sacudidas, pasan las noticias realmente importantes, las relativas a aquello que de verdad cambia. Conciernen siempre a la condena que este mundo parece haber pronunciado contra sí mismo, las etapas de su autodestrucción programada.
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