sábado, 26 de septiembre de 2009

Comunicado a los militantes proletarios en lucha en Honduras

Escrito x Proletarios por la autonomía de clase y la revolución social

proletariosporlaautonomia@yahoo.com

Quienes somos y por qué este comunicado

Somos un grupo de proletarios de distintos países sudamericanos y europeos que nos sentimos y nos sabemos hermanados con la lucha de las masas proletarias y campesinas contra la dictadura cívico-militar surgida del golpe del 28 de junio.

Nosotros no somos demócratas, aunque defendamos la democracia representativa como alternativa progresiva ante otros regímenes políticos con menores libertades formales. No somos ni partidarios de Mel Zelaya ni del panamericanismo de tipo chavista, aunque no ignoramos que su propuesta de capitalismo es menos asesina que la de los partidos y políticos neoliberales del común.

Luchamos por una sociedad donde el libre desarrollo del individuo sea el fundamento del libre desarrollo de la comunidad. Reconocemos al capitalismo como una forma de sociedad contraria a este objetivo, basada en una guerra de todos contra todos y, al mismo tiempo, en una dominación de clase corporizada en la existencia de las instituciones estatales, que mediante el monopolio de la fuerza, la ley y la legitimidad, aseguran la prevalencia de los intereses de clase de la burguesía por encima de los intereses del resto de la humanidad. Por lo tanto, reconocemos nuestra condición de proletarios, de clase explotada por el capital, como base para luchar por la supresión de la sociedad capitalista y de todo tipo de sociedad basada en la explotación (incluso si se llama a sí misma socialista o comunista).

Nuestro objetivo político específico como proletarios revolucionarios, es la construcción de un movimiento revolucionario del proletariado a nivel mundial, orientado a la supresión de la sociedad capitalista y la construcción de una sociedad libertaria. Pero al mismo tiempo que luchamos por este objetivo específico, seguimos siendo proletarios que viven en esta sociedad capitalista, y por lo tanto compartimos los padeceres cotidianos de las masas proletarias de todos los países del mundo, y sus luchas generales contra estos padeceres.

Uno de los objetivos generales que compartimos con el conjunto de nuestra clase es la lucha por reducir la explotación y mejorar nuestras condiciones de vida. Esto significa que somos parte y apoyamos el combate contra todo intento de las clases dominantes de intensificar la explotación y todas las formas de dominación y opresión política y cultural. Llevando esto a lo concreto, apoyamos a las masas en lucha en Honduras y compartimos sus objetivos inmediatos de denunciar y combatir las violaciones a los derechos civiles y políticos por el Estado hondureño, derrocar al régimen golpista, e impulsar un desarrollo de la democracia que permita una mayor participación ciudadana en los asuntos del país.

Hacemos todo esto sin renunciar a nuestra perspectiva y objetivos específicos. Todo lo contrario. Pensamos que la perspectiva de clase y la autonomía proletaria no pueden construirse al margen de las luchas cotidianas de los proletarios de carne y hueso. Por más que tengamos objetivos que trascienden a los objetivos actuales de las masas hondureñas en lucha (que por ahora están limitados a la democracia burguesa[1]), como dijimos antes, seguimos siendo, en nuestra vida social práctica, proletarios que viven en la sociedad capitalista. Y no hace falta mucho cerebro para darse cuenta que vivir bajo una dictadura es peor que vivir bajo un régimen democrático; que tomar una actitud pasiva ante semejante retroceso político significaría, para las masas trabajadoras, una derrota histórica que las hundiría en un clima de sumisión y servilismo, incluso si, como pretende el gobierno golpista, se mantiene formalmente el régimen democrático.

Si bien dentro de la democracia burguesa también se nos reprime cuando luchamos de forma consecuente por nuestros intereses, esa represión debe darse dentro del “juego democrático” en el cual, aparte de explotados, somos ciudadanos libres con derechos y garantías constitucionales, entre los cuales se incluye nuestro derecho a participar (vía electoral, parlamentaria, e institucional) en las decisiones sobre materia pública.

Por lo tanto, como nuestro punto de partida es la situación real de los proletarios reales, y no nuestra propia consciencia, como nuestro punto de partida son las luchas actuales del proletariado y no nuestros propios deseos, renunciamos al punto de vista ideológico de muchos grupos izquierdistas, que piensan que “los revolucionarios” deben abstenerse de toda lucha con objetivos limitados al sistema capitalista, y dedicarse a hacer propaganda anticapitalista abstracta.

Renunciamos también a toda forma de oportunismo. No ocultaremos cual es nuestro verdadero pensamiento ni festejaremos acríticamente toda medida tomada por el movimiento popular con el sólo objetivo de conseguir más adeptos a nuestras ideas.

Renunciamos también a toda forma de educacionismo y vanguardismo. Nuestra posición no se basa en un transfondo de tipo “vamos a acompañar la experiencia de las masas atrasadas y expliquemos pacientemente para que así puedan llegar a nuestra consciencia”. No “intervenimos” en las luchas proletarias, formamos parte de ellas porque nuestra condición de clase sigue siendo proletaria por más que cambiemos de ideas políticas y de aspiraciones personales para nuestras vidas. Que tengamos una concepción de las necesidades y capacidades humanas más allá de la mera supervivencia no significa que no tengamos que luchar por nuestra supervivencia, la propia y la de nuestros hermanos.

Somos conscientes de que una derrota del movimiento popular hondureño no se limitaría a las fronteras de Honduras, sino que envalentonaría al imperialismo yanqui y a los sectores más reaccionarios de la burguesía latinoamericana para asegurar el “blindaje” de sus democracias[2] e, incluso, revertir las tímidas medidas de los gobiernos “latinoamericanistas” destinadas a incrementar la participación popular en los asuntos nacionales y regionales y a disminuir la injerencia del imperialismo yanqui en los asuntos regionales.

Por todo esto nos interesa lo que pase en Honduras porque son nuestros intereses de clase los que están en juego allí, son nuestros hermanos los que están luchando allí. Por eso estamos por el avance del movimiento popular democrático (y de las posiciones del proletariado dentro de él) y por la derrota del régimen golpista. Porque la victoria del movimiento popular democrático será, al mismo tiempo, una victoria inmediata del proletariado hondureño y una victoria estratégica del proletariado latinoamericano en el camino a su autonomía de clase.

Aunque no estamos físicamente con ustedes, sepan que sí lo estamos con nuestro corazón y también con nuestras mentes. Es poniendo nuestras mentes al servicio de la victoria de nuestros intereses comunes, que les hacemos llegar estas reflexiones a la distancia (meramente física), que intentan ser un aporte de utilidad a esta lucha que nos involucra.

Los objetivos de los golpistas y la lucha contra ellos

El objetivo del golpe fue destituir al presidente Manuel Zelaya que, contrariamente a los intereses del imperialismo yanqui y de la burguesía hondureña, había girado políticamente hacia el chavismo y pretendía la elección de una Asamblea Constituyente que replanteara las bases de la democracia burguesa en Honduras.

El objetivo del régimen cívico-militar presidido por Roberto Micheletti es quebrar la resistencia popular y generar las condiciones para que el retorno a la democracia constitucional sea en términos favorables para el imperialismo yanqui y la burguesía hondureña. En otras palabras, que el pueblo hondureño se olvide de cualquier reforma más o menos importante del sistema político y de cualquier incremento cualitativo de la participación ciudadana en los asuntos públicos.

Cuando los medios de comunicación no son lo suficientemente efectivos para inducirnos a la apatía y a la resignación, cuando ya no basta con el engaño para mantenernos callados y serviles, vienen los palos y las balas. Los palos y las balas de las fuerzas represivas y los palos y las balas de la clase política y de los medios de comunicación. Normalmente la policía es suficiente para controlar físicamente al pueblo. Pero cuando esto no es así, se revela que las fuerzas armadas constituyen la fuerza policial de reserva que las clases dominantes usan contra las masas[3].

El objetivo de los golpistas, entonces, está claro. Quebrar la resistencia popular al golpe y asegurar una vuelta al orden constitucional donde sus crímenes queden impunes y donde no haya posibilidad de reformas importantes al sistema político. Ellos no quieren otra Venezuela.

Pero esto no debe ser una razón para desviar nuestra mirada crítica de los métodos de lucha y del discurso de quienes actualmente están liderando el movimiento antigolpista. En el frente contra el golpe hay líderes políticos y sindicales cuyo objetivo es la preservación del capitalismo y, más que la victoria popular, el regreso al orden democrático institucional. Se les distingue con facilidad: son aquellos más enfocados en la condena moral del régimen golpista en los foros institucionales que en su derrota material por las masas organizadas. Son aquellos más interesados en conseguir la solidaridad de presidentes y de “líderes mundiales” que en la cooperación internacionalista de los pueblos latinoamericanos. Son aquellos más enfocados en las medidas institucionales a ser realizadas por jefes y expertos en reuniones a puerta cerrada que en las medidas de acción directa a ser realizadas por quienes ponen el cuerpo todos los días. Son aquellos más interesados en negociar, parlamentar, escribir y leer discursos, que en imponer los intereses de las masas populares. Son quienes pretenden que todo gire alrededor de la figura y los discursos de Zelaya, y no de las necesidades y las capacidades de las masas trabajadoras en lucha.

Si la dirección de la lucha antigolpista sigue orientada a la “resistencia pacífica” para restaurar “el orden constitucional”, y si su principal método de lucha sigue consistiendo en marchas y concentraciones preanunciadas -que dejan a las masas en una posición vulnerable ante la represión estatal-, el movimiento democrático popular se irá desgastando y cada vez se irán generando más condiciones para que la salida a la crisis sea negociada por arriba. Lo cual es el objetivo compartido tanto por los golpistas como por los políticos profesionales que se ponen, de cara a la prensa internacional, a la cabeza de la lucha del pueblo hondureño. La salida negociada por arriba, además de garantizar la impunidad de los golpistas cívico-militares, cerrará la puerta a la profundización de la democracia y de la autoorganización ciudadana hondureña (que fue lo que motivó a la clase dominante, sus partidos políticos, y el ejército, a dar el golpe en primer lugar).

El enfrentamiento físico con las fuerzas represivas tiene el aspecto positivo de forjar en la lucha abierta contra el Estado a la parte del movimiento -en la cual prima la juventud- que está más radicalmente comprometida con la lucha contra la dictadura. Pero esto es a costa de exponer a la cárcel y a la muerte a los mejores elementos del movimiento popular y de generar un aislamiento entre esta minoría importante y el resto de la masa que no tiene la misma disponibilidad combativa (por lo cual tenderá a delegar el combate a las fuerzas del Estado en la nueva capa especializada).

Tanto para protegerse de la represión como para prevenir la especialización de una minoría en el combate físico contra las fuerzas represivas del gobierno golpista, es necesario que las condiciones de este combate sea establecidas por el mismo movimiento, y no por el enemigo. Para atacar al régimen en su núcleo y a la vez desde múltiples puntos, es necesario concentrar las fuerzas en la construcción de un poder de masas en cada barrio, en cada comunidad, en cada aldea, y rehuir la confrontación abierta con las fuerzas represivas cuando están prevenidas y mejor pertrechadas y preparadas para ella.

Sin autonomía no habrá victoria del movimiento, o ésta se transformará en la victoria de unos pocos

Para que la acción directa de las masas no sea encorsetada por los discursos y los métodos de los jefes, es preciso que el movimiento se desarrolle más allá de la división dirigentes/dirigidos. O sea, que su dirección sea un asunto de todos los que participen en él, y no de una élite dirigente. La mejor manera de lograr esto es enfocarse no sólo en la transformación de las estructuras políticas a nivel nacional, sino la transformación de la vida cotidiana.

La actividad consciente dirigida a transformaciones políticas y económicas exige un conocimiento que las masas sólo pueden adquirir en la misma lucha. A pesar de que las insurrecciones logran que las capacidades latentes que los individuos tienen para esta tarea despierten y sufran un desarrollo acelerado, este desarrollo tiende a ser insuficiente para compensar el atraso del que se partió, y por lo tanto luego de una breve experimentación espontánea de la autonomía, las masas tienden a volver a confiar en los viejos métodos consistentes en exigir a la autoridad lo que pueden tomar por ellas mismas, y a delegar la dirección de sus asuntos en los líderes y militantes que ya tienen una experiencia previa en lo institucional y en los movimientos sociales.

Este delegar sus asuntos por parte de las masas, sea ésta la voluntad de los líderes y militantes (muchas veces sí la es), genera una dinámica dentro del mismo movimiento de lucha que reproduce las jerarquías y la centralización de poder características del enemigo al que se combate. Es natural que algunas personas desarrollen mayores aptitudes que otras en algunas actividades y que, por lo tanto, en esas actividades ellas adquieran un liderazgo. También es natural que debido a la diversidad de experiencias de vida -y por lo tanto de consciencia-, algunas personas hayan ingresado antes que otras a la militancia social y política y estén mejor formadas para tareas características del cambio social y de la lucha política. Pero este desarrollo desigual de los individuos es un problema a resolver, no una premisa para justificar que unos se ocupen de mandar y otros de obedecer. Es un problema histórico, no algo propio de la “naturaleza humana” o así.

Por eso un movimiento socio-político, si quiere avanzar en sus objetivos y no estancarse, debe ser al mismo tiempo un movimiento por el desarrollo personal de los individuos que lo integran. En los movimientos sociales hay muchos ejemplos individuales de heroísmo. Pero los héroes individuales no deben estar para ser canonizados, sino para ayudar a construir al héroe colectivo. Los líderes no deben estar para ser seguidos, sino para tomarles como ejemplo de lo que podemos ser. Los militantes no han de estar para decir qué hacer al común de la gente, sino para transmitir su experiencia para que tod@s aprendamos a hacerlo por nosotr@s mism@s.

Paralelamente a las organizaciones y frentes que ya existen, será necesaria la creación de nuevas organizaciones que cubran los vacíos actuales en el desarrollo de la autonomía individual y colectiva de las masas que luchan. Y una participación cualitativamente distinta en los espacios oficiales de la resistencia antigolpista, de forma que domine la voluntad y la iniciativa de las bases del movimiento popular, tanto para prevenir el estancamiento como los manejos de los jefes a espaldas de las masas.

Pero la organización no precede a la lucha, sino que es uno de sus elementos. La organización autónoma permanente es el resultado de las luchas autónomas, y no al revés.

El movimiento y los métodos de lucha

La huelga general, el boicot comercial y la toma de los edificios públicos, son métodos que tienen sus virtudes pero también sus limitaciones. Es necesario explorar otras vías de lucha como el sabotaje, el desvío de los recursos empresariales para generar emprendimientos comunitarios, y la toma de fábricas, empresas de transporte, imprentas, y escuelas. Pero no con el objetivo de hacer demandas al poder, sino de construir un poder propio de las masas populares y dotar de recursos al movimiento de lucha.

Lo posible no se consigue a la manera posibilista. La lucha contra un régimen que ha suprimido las garantías democráticas y tiene al ejército en la calle, aun si tiene como objetivo la restitución de la democracia burguesa, requiere fundamentalmente de métodos insurreccionales y de democracia directa, no de métodos legalistas. Porque sólo la autoorganización ciudadana radical, que debe incluir formas de autogestión de la vida económica y social, puede forzar la derrota de un enemigo enquistado en el poder político, que representa al grueso de la clase dominante y que cuenta con todas las fuerzas represivas materiales e ideológicas a su disposición. Los métodos institucionales han se subordinarse a la acción directa de las masas, no al revés.

La autoorganización ciudadana es la verdadera base de masas de la democracia avanzada. La efervescencia popular, producto de la resistencia contra el gobierno golpista, es un impulso que, dirigido de manera consciente y no sólo hacia objetivos contestatarios, permite generar redes de nuevas relaciones comunitarias que, al mismo tiempo que promueven formas de lucha más eficientes contra el régimen (pues no se necesita la mediación de jefes, ni todo debe pasar por un mecanismo de representación), expanden la consciencia y la visión de las masas hacia objetivos comunitarios positivos.

“Afectar el normal desenvolvimiento de las operaciones comerciales de las empresas promotoras, financiadoras y ejecutoras del golpe político-militar”[4] es un objetivo que ya ha sido logrado espontáneamente por la misma resistencia antigolpista, no es algo que sirva para el avance del movimiento democrático de masas hacia sus objetivos últimos. El boicot comercial es un método limitado a afectar la imagen pública de una marca y una empresa determinada, con cierto margen de pérdidas. Pero de lo que aquí se trata es de atacar y derribar económicamente al pilar empresarial del régimen golpista. Se trata de que la propia clase obrera hondureña ponga la producción y la circulación de los bienes al servicio de las necesidades populares y de la campaña en favor de una transformación democrática profunda.

El movimiento y los medios de comunicación

Es evidente que los medios de comunicación están junto al régimen golpista. Pero lo están como socios y no solamente como laderos o empleados. Los medios de comunicación son empresas capitalistas, y por lo tanto son los intereses de clase de sus dueños, intereses de clase comunes al resto de la clase capitalista, los que están siendo protegidos a través de su propaganda a favor del régimen y contra las masas populares en lucha.

Más que repudiar moralmente a los medios de comunicación golpistas por defender sus propios intereses, es necesario construir y fortalecer una red de medios de comunicación propios. Es preciso el establecimiento y protección de las actuales emisoras de radio y TV comunitarias, la edición de periódicos y pasquines propios, recuperar imprentas y ponerlas en manos del movimiento popular. Los medios de comunicación masivos que son cómplices con el golpe de Estado no funcionarían sin trabajadores. Es preciso llegar a esos trabajadores dentro de los medios gráficos para que los pasquines golpistas que reflejan los intereses de la clase dominante y sus voceros políticos e intelectuales sean reemplazados por medios de expresión de los trabajadores de la ciudad y el campo. Organizar la toma de las emisoras de radio y TV golpistas por sus trabajadores y periodistas independientes organizados, que también pueden ser asesorados o asistidos por estudiantes universitarios de las ciencias de comunicación y por técnicos del área.

El movimiento y los elementos democráticos dentro de las fuerzas represivas

Es muy probable que en el ejército y en la policía haya elementos democráticos contrarios tanto a la ruptura del orden democrático como a apuntar sus armas contra el pueblo. Sería un buen avance una aproximación de los luchadores proletarios a estos sectores, que, en tanto estén organizados clandestinamente dentro de los mismos cuerpos, pueden colaborar tanto en inteligencia (avisarnos de las medidas represivas que el Estado planea) como militarmente (ayudarnos a preparar las medidas de resistencia a la represión).

La coyuntura particular decidirá si conviene que estos miembros de la policía y del ejército que se opongan a la represión deserten de sus cuerpos o desarrollen tareas clandestinas dentro de ellos; pero lo esencial es buscar su integración en tareas comunitarias positivas, para romper su aislamiento psico-social del pueblo promovido por la educación y la jerarquía policial-militar, y para contrarrestar los efectos generales de la educación corporativa y autoritaria mediante la práctica de relaciones sociales basadas en la cooperación y la autonomía.

De “la lucha contra” a “la lucha por”

El principal sostén de este sistema no es tanto su poder militar, jurídico o económico. Es su poder espiritual, que sólo puede sostenerse mediante la limitación de nuestro desarrollo personal y comunitario. Es preciso tomar las riendas de nuestras vidas en todos los sentidos. No se trata solamente de no dejarnos engañar, se trata de desarrollar nuestra autonomía para pensar por nosotros mismos. No se trata solamente de no dejarnos mandar, sino de desarrollar nuestra autonomía para adecuar nuestra actividad a nuestras necesidades y capacidades reales.

Las redes de relaciones que se generan espontáneamente en la resistencia contra el capital y el Estado pueden trascender el objetivo de la lucha contra una fuerza exterior y ser convertidas en formas estables de relaciones comunitarias que contribuyan a la construcción de la autonomía individual y colectiva.

Los pueblos nunca son un bloque homogéneo, como tendemos a pensar gracias a la ideología estatal y aquella de los medios de comunicación. En todo pueblo existe una variedad humana y cultural que, si se compartiese y se realimentase, enriquecería nuestras vidas a tal grado que ya no aceptaríamos la “vida” que este sistema nos ofrece.

He aquí algunas propuestas para en ese sentido:

· Intercambio fraternal de conocimiento y de experiencia entre trabajadores de las distintas ramas de la producción.

· Bachilleres y talleres de capacitación para los sectores populares más golpeados por la marginación y la ignorancia.

· Creación de talleres de diversidad cultural: talleres de género, de cultura aborigen, de filosofía, de política, de historia mundial, continental y nacional, de historia del movimiento obrero, de salud, de educación sexual y reproductiva, terapias grupales, de capacitación emocional, de meditación, de espiritualidad, de ecología, de alimentación.

Cada individuo tiene dentro suyo algo valioso que compartir con los demás, más allá de si tiene o no un título colgado en la pared.

Algunas reflexiones finales

En toda la historia de la lucha proletaria contra el capitalismo, la fortaleza de las masas explotadas nunca radicó en su número, sino en las relaciones sociales que fueron capaces de producir en su lucha. Relaciones sociales superadoras a aquellas que conforman el modo de vida capitalista, las cuales nos condenan a ver al otro como amenaza y no como promesa, a ser mulas de carga por 8 o más horas al día bajo el látigo de la exclusión y del hambre. Cuando con una correcta organización comunitaria de la economía, resolveríamos las necesidades básicas de todos los seres humanos trabajando menos tiempo y en mejores condiciones, y por lo tanto teniendo más tiempo y energía para dedicarnos a satisfacer necesidades humanas más elevadas que las de la supervivencia.

Contrariamente a lo que dice el “sentido común”, la fortaleza de los movimientos socio-políticos, su capacidad real de hacer historia, no está en la capacidad de juntar la mayor cantidad de gente bajo un mínimo denominador común, sino en la de adecuar su actividad a los objetivos que son realizables en ese momento (que suelen ser más de los que dicta el “sentido común”, tendente a pensar que sólo es posible lo que nos resulta familiar y mejorarlo).

Si tanto los de arriba, como nuestros “amigos” que quieren estar arriba, nos dicen que lo mejor que podemos conseguir para satisfacer nuestra sed es un vaso de agua turbia, nos dirán que nuestra esperanza está en juntar el máximo de nuestras fuerzas por ese vaso de agua turbia, y que aspirar a más servirá para quedarnos con sed. Pero ni bien una persona descubra y demuestre que es posible obtener un vaso de agua limpia, éste se transformará en el objetivo general. Una vez la calidad adecuada se consigue, la cantidad viene sola.

Por lo tanto, es la calidad lo que más importa. La radicalización de la lucha (y radicalización significa ir a la raíz) es lo que precede a la extensión de la lucha radical.



[1] Aunque una democracia burguesa más avanzada de lo que las burguesías yanqui y hondureña están dispuestas a conceder.

[2] Decimos “sus” democracias porque si bien el proletariado también vive dentro de estas democracias y ha luchado por reformarlas a su favor (pues ni el sufragio universal ni los derechos laborales estaban en los planes originales de la burguesía democrática), no dejamos de tener en cuenta que el contenido social de los regímenes democráticos sigue siendo clasista, sigue siendo burgués. Sea el régimen democrático o dictatorial, gobiernen liberales o conservadores, nacionalistas o pro-imperialistas, republicanos o demócratas, derecha o izquierda, si la burguesía sigue siendo la clase dominante su gran influencia política, ideológica y cultural en la vida nacional quedará intacta, y “la” patria será su patria, “el” gobierno será su gobierno, “el” poder judicial será su poder judicial.

[3] Los ejércitos, supuestamente existentes para defender a la patria de la agresión exterior, son en realidad la fuerza gendarme del sistema capitalista. Los países imperialistas utilizan sus fuerzas armadas para invadir y ocupar países con recursos naturales o una posición geopolítica importante para la propia clase dominante (en competencia con las clases dominantes de otros países imperialistas). La lucha contra el terrorismo y por la democracia es su justificativo. En los países no-imperialistas, el ejército se adiestra bajo la doctrina de la seguridad nacional. Su principal hipótesis de conflicto siempre es el propio pueblo, y su principal estrategia es la contra-insurgencia. Con la ocupación de Haití por ejércitos latinoamericanos bajo el mando estratégico del imperialismo yanqui, tenemos un ejemplo de los ejércitos como fuerza policial del sistema capitalista.

[4] Comunicado Nº 19 del Frente Nacional contra el Golpe de Estado. http://contraelgolpedeestadohn.blogspot.com/2009/08/comuninado-19.html

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