lunes, 26 de julio de 2010

CONCIENCIA DE CLASE Y REVOLUCIÓN.

 
“El oportunismo identifica la conciencia psicológica de hecho del proletario con la conciencia de clase del proletariado”.
Georg LUKACS, 1923.

            El proletariado como clase alienada.

            No es una novedad de nuestros tiempos el que el proletariado se halle sumido en la alienación, no se trata de una novedad de la sociedad de consumo: desde siempre el proletariado se ha encontrado sin “concepto de clase”, sin conciencia de su misión histórica en definitiva. No hay motivos para desgarrarse las vestiduras: la alienación de la clase obrera no es a nivel de pensamiento sino a nivel social y económico. ¿Cómo podría una clase económicamente hundida, socialmente desamparada, sumida en la ignorancia a nivel de pensamiento, tener otra conciencia psicológica de hecho que esta del conformismo, del consumismo, del fútbol y de la tele, etc.?. No debemos escandalizarnos ante el hecho, tan a menudo comprobable, de que tantos y tantos obreros hacen horas extras y más horas extras (aunque el sueldo que tengan fuese suficiente), porque quieren tener gastos superfluos, incluso porque quieren presumir de propietarios, porque se hallan tan embrutecidos por el trabajo asalariado que ya ni su tiempo libre regatean: no es porque se les creen falsas necesidades, sino porque el régimen capitalista de trabajo embrutece.
            El auténtico inconformismo con dicha situación no debe limitarse a ser una crítica superficial a la conciencia psicológica de hecho del proletariado, porque no sería una actitud realista, porque se ignorarían tanto las causas de la alienación del hombre a la mercancía como la fuerza de los lazos de relaciones de producción y de relaciones sociales con que tal alienación se consolida. Debe criticarse todo este conjunto, todo el sistema capitalista, la alienación-cosificación que ha hecho de cada proletario una “cosa”, un simple engranaje de su compleja maquinaria, una pieza de una cadena automatizada… Pero ya ¿para qué?, ¿con qué esperanza si nos limitamos a constatar ante un sistema que mantiene a la clase obrera en la ignorancia permanente de su misión histórica, si acabamos de ver la paradoja que supone la asignación de dicha misión histórica a una clase inconsciente y alienada desde siempre?
            Este escepticismo es el que suele invadir a los individuos con antecedentes políticos que analizan a conciencia la situación real de la clase obrera en la sociedad de consumo: esta no es la clase obrera de que se les había hablado…  Todos estos ex-marxistas olvidan formularse una pregunta: ¿en qué pensaba Marx cuando asignó a la clase más alienada e inconsciente la misión histórica más ambiciosa de la Historia?, la de “sobrepasar la Historia en el sentido de hacer la Historia al rehacer la humanidad” (Lukacs). Se le ha reprochado a Lukacs el ignorar este problema: distingue entre la conciencia psicológica de hecho del proletariado y la conciencia de clase del proletariado pero apenas se preocupa por indicarnos como esta abstracción nebulosa se encarna y transubstancia de hecho convirtiéndose milagrosamente en “una fuerza real de la sociedad y de la historia” (idem). Se dice que Lukacs idealiza esta conciencia de clase –“realidad histórica total que encarna la verdad y el sentido de la vida humana”- sólo porque no nos indica cuándo, dónde y cómo “la conciencia de clase llega a la situación en que puede ser directamente captada” (idem). Vamos a tratar de dar respuesta a esto, y para ello vamos a pasar de Lukacs a Marx mismo que es quien en último término sería el motivo de las posibles contradicciones con que se topa el planteamiento materialista-histórico de Lukacs.
Conciencia real y conciencia posible.

            La dialéctica fundamental de Marx en torno a la conciencia de clase en general, así como de la toma de conciencia, estriba en que no se habla tanto de conciencia real como de conciencia posible. No decimos que la clase obrera –todos y cada uno[EODC1]  de los individuos que la componen- posean una conciencia de clase psicológica de hecho sino que, debido a los determinismos a los que se halla sometida va a verse volcada a la exigencia inminente de adquirirla: unos la adquirirán individualmente por propias capacidades, otros la irán adquiriendo paulatinamente a fuerza de acumular experiencias de lucha, otros finalmente –aunque no se logre acumular las experiencias de lucha a nivel de toda la clase obrera tanto debido a su integración como debido a la mal llamada “traición” de las organizaciones tradicionales de lucha- la adquirirán en forma brusca; en este sentido, la revolución de Mayo en Francia y buen número de “huelgas salvajes” por una parte, así como por otra parte las revoluciones anti-estalinistas de Berlín en 1953, Poznam 1956 o Hungría 1956 representan un rompimiento brusco, en un momento propicio con largos años de reformismo y de burocratismo respectivamente.
            Pero el planteamiento de la conciencia en tanto que conciencia posible plantea más problemas de los que resuelve: ¿cuándo, dónde y cómo se dan estas milagrosas tomas de conciencia? Los planteamientos políticos a partir de la conciencia real son reformistas e integradores, pero una política planteada a partir de la conciencia posible es pura y simplemente utópica, aventurada. Resuelve el dilema, ciertamente, y deja a salvo todas las formulaciones de Marx sobre el tema de conciencia pero ¿no había otra posibilidad de hacerlo sin condenarnos al utopismo? Ampliemos el concepto: la Utopía significa lo imposible hoy (o lo que ayer consideraron imposible hoy) pero posible mañana o pasado mañana (y acaso incluso posible hoy). Este utopismo no es tal utopismo en la medida en que confiamos en la marcha ascendente de la Historia, tal como la “profetizó” el materialismo histórico. ¿No tiene esto algo de “acto de fe”, y no es esto peligroso en la medida en que la fe dicen que es ciega? Hemos empezado por poner en duda esta fe ciega que ha llevado al pensamiento revolucionario a tantos malentendidos, a tantos callejones sin salida: ¿por qué pues acabar refugiándonos en ella? ¿Es que tal género de “actos de fe” resultan siempre inevitables?
            Después de tanto planteamiento modernista (todo ha cambiado, nada tiene ya sentido, las nuevas formulaciones de los viejos pensamientos sólo sirven para agravar las contradicciones internas de tales viejos pensamientos, etc.), bueno será una compensación de carácter arcaísta. Cuando Marx habla del sentido de la Historia y de su superación por la conciencia de clase se limita a enunciar un postulado, un supuesto científico no exento de optimismo pero formulado con el máximo rigor científico, es todo lo contrario de una “fe ciega”. Es más, cuando Marx señala al proletariado y le asigna una misión histórica total no lo hace en plan de profecía arbitraria, sino que tiene sus motivos: el proletariado puede asumir una misión revolucionaria total en la medida en que sus intereses como clase coincidan con los intereses de toda la sociedad. Marx admiraba la extraordinaria aportación de los socialistas utópicos pero trataba de no limitarse a ser un utópico, de dar base científica a sus formulaciones. Incluso podríamos llegar a decir que lo único que pasa es que Marx fue un “modernista” en su tiempo, una persona dedicada a definir con palabras y teorías las nuevas realidades, la aparición del proletariado en la esfera histórica: con la diferencia que sus planteamientos sobre el proletariado han tenido y tendrán aún, debido a su profundidad, mucha más vigencia que la que tendrán dentro de medio siglo las teorías sobre el “hombre consumista” o la “sociedad opulenta” de los modernistas superficiales de nuestros días; Marx formula una tesis sobre el proletariado con perspectiva histórica.
            El proletariado como “negatividad creadora”.

            Marx no asignó la realización práctica de la superación de la Historia a los individuos más preparados de su tiempo, ni a los más conscientes (burguesía progresista, pequeña burguesía intelectual, etc.), sino a un estamento social que encarnaba en aquellos tiempos como también hoy el grado máximo de negatividad a nivel tanto de pensamiento, como de relaciones sociales y de producción. Cuando dice que “el proletariado no tiene más que sus cadenas que perder y un mundo nuevo que ganar” no está haciendo una frase brillante sino poniendo de relieve la negatividad radical a que el sistema capitalista condenaba al proletariado inevitablemente.
            Marx veía que no podía existir burguesía sin proletariado, es decir que no podía existir capital sin plusvalía, que no podía existir valor sin trabajo añadido, o las técnicas se perfeccionan, ya que la innovación tecnológica constante es un factor esencial del capitalismo si quiere combatir la tasa decreciente de ganancia, si quiere sobrevivir a la amenaza de las crisis cíclicas; pero el Capitalismo, aún cuando técnicamente pudiera prescindir del proletariado, no puede hacerlo desde el punto de vista de la racionalidad del sistema. El capital aumenta, se concentra, acumula trabajo humano expropiado; aunque no lo quiera y aunque no lo sepa, el proletariado es objetivamente enemigo  de la burguesía, la misma dinámica del sistema capitalista ha de ponerlos frente a frente, eliminan todas las capas precapitalistas (que pasan a engrosar las filas de la burguesía y del proletariado); y este enfrentamiento es una evidencia cada vez más.
            El desarrollo del Capitalismo en nada ha desmentido este proceso. La burguesía niega la existencia de una lucha de clases, compra las organizaciones obreras (sea concediendo reivindicaciones, sea adquiriendo el control de sus burocracias), pretende que en la era industrial y en la sociedad de consumo hay unos criterios de delimitación que no coinciden con los criterios de clase, etc. Pero, aunque tenga la iniciativa, no puede suprimir la contradicción fundamental de su sistema explotador entre el carácter cada vez más social del trabajo y la apropiación cada vez más privada. Frente a ello, el proletariado plantea la total negatividad a que le condena el sistema; esta negativa se le hace patente en el proceso mismo de la producción, la lleva en los huesos, en la sangre: “no tiene más que sus cadenas que perder”…
            Corrijamos esta perspectiva arcaísta con un enfoque modernista sobre la negatividad: ¿Quién encarna en esta nueva sociedad esta negatividad creadora que Marx intuyó en la condición socio-económica misma del proletariado? Si en vez de analizar el Mayo francés desde el punto de vista de extracción social, lo analizamos desde el punto de vista de la negatividad, comprenderemos porqué fue un acontecimiento revolucionario: los estudiantes del Barrio latino no tenían “conciencia de clase” obrera, ni tampoco los “blousons noir” que se adhirieron[EODC2]  a ellos; pero en aquel país y en aquel momento representaban el grado máximo de negatividad –de contestación- y por ello constituyeron el punto revolucionario culminante. Los sindicatos, que creían conocer la conciencia psicológica de hecho de los proletarios, se encontraron sorprendidos, ante la conciencia de clase, ante la negatividad del proletariado que quiere abolir su propia condición.
            El comentario adecuado vendría a ser: en el mundo moderno, a medida que la racionalidad del Neocapitalismo, de la sociedad de consumo, de la política tecno-burocrática del Estado lo invade todo, relativiza completamente el valor de la democracia política y se constituyen en poder fuerte (capaz de una gran “tolerancia represiva”) que crea el vacío a su alrededor; fruto de este vacío es la negatividad en todos los sectores; cuando tal negatividad es capaz de abandonar su carácter pasivo para convertirse en negatividad creadora estamos ante el estallido brusco de la conciencia de clase del proletariado, a partir de sectores parcelados y a veces marginales pero con una voluntad revolucionaria total.
            En esta situación, la “revolución” toma nuevas fisonomías, a menudo imprevisibles, relacionadas con la vida cotidiana, con el tecno-burocratismo del Estado, es decir más en relación con la falsa racionalidad del sistema neocapitalista que con cada burgués concreto tomado por separado. En esta nueva situación, que exige un esfuerzo constante de imaginación creadora a partir de la contestación total (o sea, de la negatividad total), se hace más patente que nunca la afirmación de Lukacs: “Sólo se puede salir de la crisis del capitalismo por la conciencia de clase del proletariado.”  



 [EODC1]Pareciera decir esto.

 [EODC2]En el original dice “aladieron” ¿?

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